Periodistas para la democracia (I)

«El mejor premio para un periodista es la categoría de sus enemigos», Janet Malcolm.

 

 

El periodismo es un sacerdocio de una orden que existe desde el principio de los tiempos. Jenofonte (404 a.C.) cubrió sobre el terreno la dura retirada de Persia del contingente de 10.000 mercenarios griegos al servicio de Ciro en su guerra contra Artajerjes.

No había periódicos ni televisión, pero él hizo lo mismo que haría 2.000 años después un enviado especial a la guerra del Golfo. Su colección de reportajes se llamó Anábasis.

Cuatrocientos años después, otro cronista de altura  fue Julio César Augusto. Julio César escribió La Guerra de las Galias como igual que lo hubiera hecho Walter Cronkite de haber estado allí.

Ahora vamos más o menos unos doscientos años para atrás y nos encontraremos con Polibio, otro periodista vocacional aunque no había periódicos propiamente dichos. Cubrió sobre el terreno la tercera guerra púnica y la caída de Cartago. Después marchó a España y actuó como corresponsal en las guerras celtibéricas.

Lo que quiero decir es que las tecnologías que se aplican a la  elaboración y difusión de las cosas que pasan no han cesado de cambiar, pero el método sigue siendo el mismo: ver las cosas y contarlas.

Por alguna razón que desconozco a ciencia cierta, pero que seguramente tiene que ver con la vanidad, el mundo académico siempre ha presentado a Jenofonte, César o Polibio como historiadores, no como cronistas de su época o, lo que es lo mismo trasladado a nuestros días, periodistas.

Supongo que desde su atalaya consideran que ellos no pueden tener como fuentes privilegiadas a gentes como los periodistas, esa chusma, y, por lo tanto, si los textos, las crónicas, en realidad, de Jenofonte o Polibio, son objeto de atención preferente de historiadores, se trata de una relación entre distinguidos colegas.

No les importa en absoluto si Jenofonte esta narrando los hechos que él mismo vivió. Lo mismo para César y Polibio. Ni por supuesto les merece la pena tener en cuenta el hecho objetivamente demostrable de que ninguna de las tres figuras de la antigüedad citadas estaba buceando en los archivos de Hammurabi en busca de los secretos del pasado, que es lo que hacen los historiadores.

¿Qué tiene de historiográfica la obra de un reportero de guerra que cuenta los sucesos que le acontecieron a él y a sus soldados mientras atravesaban territorios bárbaros y que narró para que los conocieran sus contemporáneos? A mi modo de ver, sólo la mirada prejuiciosa de los santones de la historiografía, autoerigidos en jueces de la virtud intelectual que emiten sus sentencias desde el Olimpo de la señorita Pepis de sus cátedras y academias.

Pero no sé a qué viene tanto escándalo. De hecho los periodistas también tenemos nuestro lugar en la morada imaginaria de los dioses y, a nuestra manera, estamos consagrados a Veritas, al fin y al cabo una divinidad bien respetable, la diosa de la verdad, la difícil de ver, la que no tiene templos sino que habita en un pozo profundo y oscuro. Podemos llegar a vislumbrarla, pero ninguno podrá nunca contemplarla a plena luz del día.

Y a pesar de ello los periodistas la rendimos culto, no tanto porque creamos que nuestra sagrada labor es descubrir la verdad, sino porque nos consagramos a la práctica de la veracidad. Lo único que los miembros de este sagrado culto gremial podemos hacer como mortales es ser diligentes en la conservación de la liturgia y en la exactitud de los ritos.

Desde la convicción de que la verdad no es tuya ni mía ni nuestra ni vuestra, sino sólo suya, a nosotros nos queda actuar siempre con veracidad. ¿Qué es la veracidad? La veracidad es respetar las normas éticas y deontológicas del oficio, que se mantienen invariables desde que el mundo es mundo y que, en realidad, se reducen a ser honrados y hablar alto y claro, respetando.

*     *    *    *

El periodismo es decir, no maldecir. No gritar, pero decir, nunca callar.

Jean-Pierre Vernant, gran amigo mío post mortem, quiero decir que, cuando le conocí, él ya había fallecido y por lo tanto aún no lo sabe, creía en el estudio de la antigüedad como base metodológica para analizar bien la actualidad.

El fundador del estructuralismo en historiografía, el líder de la Resistencia francesa, el periodista, el judío franco-argelino, por cierto, decía que en nuestro universo, en nuestro mundo, en nuestro continuum espacio-temporal, actúan corrientes culturales subterráneas que nos conectan directamente con la más remota antigüedad.

Lo creo cuando veo algunas celebraciones tradiciones de los pueblos de España, cuyo origen no viene del día en que algún obispo las consagró a tal o cual virgen sino que, probablemente, sino que hay que buscarlo cientos o miles de años antes. Esas corrientes culturales de las que hablaba Vernant, afloran también en los comportamientos cotidianos tanto nuestros, de la plebe, como de nuestros gobernantes. Por ejemplo en relación con la corrupción política y las formas de administración que aprendimos de los romanos.

En PORCIERTO  hablaré con vosotros de la Iglesia, la gran Babilonia, cómo no, hablaremos del gobierno de ahora, del de ayer y del de antesdeayer. Y de la dictadura, que la mayoría de vosotros no conocisteis. Yo sí la conocí, la viví y la sufrí. Nunca la disfruté, no me tocó esa bicoca.

Os contaré cosas que o nadie sabe o nadie recuerda de la dictadura y de la guerra civil, otro tema inagotable, hablaré también. De los enfrentamientos entre facciones de un mismo bando. Pequeñas guerras civiles dentro de la guerra civil.

¿Es cierto que en la dictadura el Estado podía obligarte a dejar oficialmente de ser católico si consideraba que no eras un buen católico? Dicho así parece un embuste, una patraña, es cierto. Quiero decir, el Estado franquista era tan… franquista, tan católico, que no te permitía ser mal católico a la vista de todo el mundo. La España franquista aplicaba se respetaba, sí señor. Leedme, apoyad el periodismo de verdad, el que no está ni con unos ni con otros. El que no se inventa patrañas.

(Continuará)


Avatar de José Luis del Campo
PORCIERTO
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.